La hipótesis Burroughs y la guerra contra las drogas.

En rigor, la hipótesis no corresponde a William Burroughs, sino al El Cura, el personaje que el monje negro de la Beat Generation interpreta en Drugstore Cowboy, una película clase b de fines de los ´80 que se transformó en un ícono de la cultura grunge: “Mi predicción para un futuro próximo  es que los derechistas usarán la histeria de las drogas como pretexto para crear un aparato policial internacional”. Y aunque eso no constituía ninguna novedad para la época, lo cierto es que esa hipótesis sintetiza magistralmente varias de las visiones proféticas sobre la “Guerra contra las Drogas” que laten tras las retorcidas y caóticas tramas literarias que atraviesan toda la obra del autor de The Naked Lunch o Expresso Nova. De hecho, esas dos obras abren y cierran una serie de varios textos que Burroughs escribió entre 1958 y 1962 en Tánger, una medina marroquí a la vera del Mar Mediterráneo que concentraba el comercio de hasch y opio, y que se fue transformando en una referencia ineludible para los cultores del hedonismo psíquico. Recluido entre los dealers que deambulan por los pasillos de su antiquísima arquitectura, Burroughs habita periodos de éxtasis y desolación consecutivos y cíclicos. Todo lo anota. Todo lo vomita. Traduce la química en semiótica, obliga a las drogas a hablar, la sustancia se trueca en signo.

Si hay algo así como una literatura en William Burroughs, habrá que buscarla detrás de su caótica y errática manera de escribir (y editar). Leerlo exige siempre un esfuerzo extra ya que Burroughs se propone explícitamente provocar y desestabilizar los órdenes imaginarios y simbólicos que animan aquello susceptible de ser escrito, leído, y dicho. Las drogas promueven experiencias límite con respecto a esos órdenes  y por eso han servido como auténticas musas para su literatura. De hecho, la aparición de un estado vigilante e hípermilitarizado para combatir a las drogas es una constante en su obra. En The Naked Lunch, por ejemplo, Burroughs dedica una sátira a los Estados Unidos de la posguerra con su metáfora de Libertonia: una sociedad dirigida gracias a una dictadura dietética que manipula farmacológicamente al ganado social para obtener el máximo rendimiento posible. La noción burroughsiana de “Sociedad de Control” sería algunos años después prolífica en manos de activistas  como Michel Foucault, Gilles Deleuze, o Paul B. Preciado.

Hacia principios de los ´70, la humillante derrota de los Estados Unidos en Vietnam era un hecho que reacomodó las prioridades de la Casa Blanca para siempre. Nixon enarboló la “guerra contra las drogas” para disimular los tétricos resultados de su “guerra contra el comunismo”. Priorizar la disidencia farmacológica por sobre la ideológica no sólo le permitía reprimir mucho más eficazmente a su propia oposición interna organizada entonces alrededor de la contracultura y la psicodelia. Además, satisfacía una vieja demanda de los aparatos diplomáticos y de seguridad del complejo militar industrial norteamericano: el control del proceso planetario exigía una estrategia de intervención global que no tuviera las limitaciones hemisféricas del “mundo bipolar”. La guerra sería ahora contra una entidad tan abstracta e indeterminada que permitiría la intervención del imperio en cualquier rincón del planeta, la guerra ahora sería contra “las drogas”.

Ese es el contexto en que se creará la DEA (Drug Enforcement Administration). En 2014 contaba con 21 divisiones de campo y 227 oficinas en los Estados Unidos, 86 oficinas extranjeras en 62 países, 10 mil empleados (6 mil de los cuales son agentes especiales),  controla una flota de más de cien aviones de combate, barcos, y armamento de última tecnología gracias a los 3.000 millones de dólares de que dispone presupuestariamente. Equivalentes, por ejemplo, a los productos brutos anuales de Brasil y Argentina juntos.

Falopa Mediática I: Después de su última visita a Washington la ministra de (in) seguridad Patricia Bullrich anunció al borde de la euforia que la Argentina había llegado a un acuerdo histórico con la DEA para luchar contra el narcotráfico y el terrorismo en la Argentina. En ese marco, saludó el desembarco de las “Task Force” de la DEA sobre la triple frontera que comparten Argentina, Paraguay, y Brasil. La medida permitirá aumentar las inversiones en equipamiento militar, afirmar la presencia del imperio en la región, y maximizar la capacidad represiva del estado frente a la creciente  protesta social.

Una de los personajes más célebres de Burroughs es el perverso Doctor Benway, una metáfora política para pensar los métodos de sometimiento mental de que disponen los “todopoderosos directorios y sindicatos de la Tierra”. Benway es un manipulador y coordinador de sistemas simbólicos especializado en “Procesos de obediencia automática”, “Compulsiones  hipnóticas involuntarias”, o “estrategias de deterioro neuronal irreversible”. Su objetivo fundamental: producir “adictos al control”. Su horizonte político: la desmoralización total. Sus herramientas: las drogas y los medios de comunicación.

Falopa Mediática II: Los diarios destacan en los títulos las afirmaciones de Jaime Duran Barba, principal asesor mediático del gobierno nacional: «La gente pide que se reprima brutalmente a los delincuentes”, “Hemos hecho encuestas y la inmensa mayoría quiere la pena de muerte», «Ningún país del mundo se ha derrumbado porque un policía asesine a un delincuente», “Mauricio Macri es la nueva izquierda”.

Las visiones literarias de Burroughs y la evidencia empírica registrada en todo el mundo, evidencian que la Guerra contra las drogas no tiene como objetivos promover mejores estándares de salud y bienestar colectivos, sino que obedece a una articulación de intereses corporativos que animan al mercado negro más rentable del mundo. Agencias internacionales de seguridad, organizaciones narco-criminales, y los pulpos médicos del terapeutismo –trasnacionales farmacológicas, centros de tratamiento, granjas de desintoxicación, etc.- definen los vértices fundamentales del negocio. Las fracciones más dinámicas del capital financiero internacional aparecen como sus beneficiarios inmediatos. La estructura bancaria del Neoliberalismo constituye el reverso necesario y determinante para la realización de esos intereses: sin paraísos fiscales y empresas “off shore”, el dinero del narco sería inasimilable para el sistema.

Falopa Meidática III -La cúspide-: La fortuna del Chapo Guzmán ascendía a 1500 millones de dólares en 2008. Pero la revista Forbes dejó de publicar su nombre en el ranking de millonarios mexicanos porque la red financiera y empresarial de que dispone la hace imposible de estimar.

Leo una página al azar de Burroughs buscando respuestas: “Aposentados sobre huesos viejos y excrementos y chatarra ferruginosa, en medio de un calor de altos hornos, un panorama de idiotas desnudos se extiende hasta el horizonte. En silencio absoluto –tienen destruido el centro del lenguaje- excepto el crujido de las chispas y chisporroteo de la carne chamuscada al aplicar electrodos a lo largo de la columna vertebral. Un humo blanco de carne quemada flota en el aire inmóvil. Un grupo de niños tiene a un idiota atado a un poste con alambre de espino y le encienden una hoguera entre las piernas y contemplan con curiosidad bestial el ascenso de las llamas por sus muslos. El fuego hace crepitar su carne con la agonía del insecto”.

Falopa Mediática IV -La (pasta) base-: la pantalla dibuja extractos de un documental sobre consumidores de paco en Buenos Aires. El planteo periodístico es obvio. Criminalizar a los consumidores para legitimar la represión social. Pero queda claro que no es el paco el que produce la pobreza y la exclusión, sino a la inversa. El prohibicionismo muestra aquí su auténtico rostro: permite envenenar mucho más fácilmente los espacios de disidencia potencial, por ejemplo, villas y barrios populares.

Consideración burroughsiana I: La droga psicoactiva de venta libre más popular del mundo es el azúcar. Una dosis de 80 miligramos (aproximadamente una cucharadita de té) genera aumento de la glucosa e induce un sutil estado de euforia y excitación en adultos normales. Su potencial adictivo, tanto físico como psicológico, le ha merecido comparaciones con la cocaína y la nicotina por parte de la mismísima Organización Mundial de la Salud. La industria del Hollywood ha asociado deliberadamente el cine con el consumo de azúcar. Viajo con mis sobrinos al cine. Compramos Coca Cola  y popcorn en la entrada. Pago 190 pesos por cada menú: un vaso de 750 mililitros de gaseosa y una bolsa de popcorn que ronda los 200 gramos. En total, cada menú contiene alrededor de 80 gramos de azúcar (de máxima pureza), es decir, casi cien veces la dosis activa para un adulto. Mi sobrina tiene 11 años y pesa alrededor de 30 kilos. Mi sobrino cuenta 7 y no alcanza los 25 kilos. Cuando salimos del cine les pregunto qué les pareció la película: “alucinante” me responden con las pupilas desorbitadas.

Consideración burroughsiana II: El poder examina los cuerpos en busca de indicios de disidencia. Bastaba algún panfleto anarquista o guevarista para terminar encerrado por subversión durante los años de la “Guerra contra el comunismo”. Basta un porro, o un cartón, para terminar encerrado por narcotráfico en los años de la “Guerra contra las drogas”. Subversivos de ayer y yonquis de hoy,  recurren a las mismas tácticas de ocultamiento y resistencia ante las requisas de los aparatos represivos.

Consideración burroughsiana III: Reconocer “ese instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores”, nos permite proyectar  una “crítica de la razón dietética” que, pensada anarquísticamente, debería descubrir los fundamentos nutricionales de la estupidez, las ecuaciones endocrinológicas de la obediencia, o los fundamentos toxicológicos de la sumisión.

Consideración burroughsiana IV: Por cierto, ¿qué adicciones generan -directa e indirectamente- más víctimas en la Argentina? Por lejos, por varios miles de miles de muertos al año, las drogas legales: el tabaco y el alcohol. ¿Cuántas víctimas han producido las “adicciones” a la mariguana o a los psicodélicos durante el último año? Ninguna. ¿Cuáles son las adicciones más difíciles de tratar? Aquellas que no están vinculadas al consumo de ninguna substancia: la adicción al trabajo, las compras, el juego, o el sexo, es decir, las “adicciones funcionales”.

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